Estuve contemplando una ronda de niños. Cada uno sonreía de manera distinta, pero en un golpe de vista se parecían mucho en sus gestos, risas y gritos.
Los sonidos de la calle me llamaron. Salí, pasé por mi escuela, escuché las infantiles carcajadas de los chiquillos. Recordé la que yo tenía cuando era niño, los ventanales medio abiertos, dejando pasar el viento helado del invierno, mis ilusiones, la desordenada imaginación.
Aquella pequeña castaña de ojos verdes que se subía a los árboles y leía Mafalda con entusiasmo, vino a mi mente como un recuerdo destellado. Llené de garabatos las blancas hojas. Iconoclasta, dije, y lo repetí. Subí las gradas de mi escuela, me quedé parado frente a la puerta principal. Alzé la mirada, iba a llover, me quedé allí esparando a la lluvia, pensé en ir a la estación central, pintarles alas a los pasajeros, a los que me gustaran. Si una chica tenía la actitud de una hada moderna, le ponía alas negras azuladas, si veía a un niño serio, le pintaba alas verdes. Un color para cada individuo, como alguna vez dijo, prix nocturno.
Iconoclasta, me repetí vocalizando como si nadie me escuchara. Di un salto y me fui hacia la estación, con el pelo mojado y sin paraguas.
Los sonidos de la calle me llamaron. Salí, pasé por mi escuela, escuché las infantiles carcajadas de los chiquillos. Recordé la que yo tenía cuando era niño, los ventanales medio abiertos, dejando pasar el viento helado del invierno, mis ilusiones, la desordenada imaginación.
Aquella pequeña castaña de ojos verdes que se subía a los árboles y leía Mafalda con entusiasmo, vino a mi mente como un recuerdo destellado. Llené de garabatos las blancas hojas. Iconoclasta, dije, y lo repetí. Subí las gradas de mi escuela, me quedé parado frente a la puerta principal. Alzé la mirada, iba a llover, me quedé allí esparando a la lluvia, pensé en ir a la estación central, pintarles alas a los pasajeros, a los que me gustaran. Si una chica tenía la actitud de una hada moderna, le ponía alas negras azuladas, si veía a un niño serio, le pintaba alas verdes. Un color para cada individuo, como alguna vez dijo, prix nocturno.
Iconoclasta, me repetí vocalizando como si nadie me escuchara. Di un salto y me fui hacia la estación, con el pelo mojado y sin paraguas.