agosto 27, 2006

Iconoclasta

Estuve contemplando una ronda de niños. Cada uno sonreía de manera distinta, pero en un golpe de vista se parecían mucho en sus gestos, risas y gritos.

Los sonidos de la calle me llamaron. Salí, pasé por mi escuela, escuché las infantiles carcajadas de los chiquillos. Recordé la que yo tenía cuando era niño, los ventanales medio abiertos, dejando pasar el viento helado del invierno, mis ilusiones, la desordenada imaginación.

Aquella pequeña castaña de ojos verdes que se subía a los árboles y leía Mafalda con entusiasmo, vino a mi mente como un recuerdo destellado. Llené de garabatos las blancas hojas. Iconoclasta, dije, y lo repetí. Subí las gradas de mi escuela, me quedé parado frente a la puerta principal. Alzé la mirada, iba a llover, me quedé allí esparando a la lluvia, pensé en ir a la estación central, pintarles alas a los pasajeros, a los que me gustaran. Si una chica tenía la actitud de una hada moderna, le ponía alas negras azuladas, si veía a un niño serio, le pintaba alas verdes. Un color para cada individuo, como alguna vez dijo, prix nocturno.

Iconoclasta, me repetí vocalizando como si nadie me escuchara. Di un salto y me fui hacia la estación, con el pelo mojado y sin paraguas.

agosto 10, 2006

Adela: la fotografía de Manuel Álvarez Bravo

La fotografía capta lo que las palabras ilustran en un poema. El inasible misterio, el background de los sonidos interiorizados en lo que es el otro, en la proyección de la cámara guardando su enigma. O en la propia proyección, mimesis y música.

Adela Formoso de Obregón, es una mujer cuyo rostro es un canto a la metafísica de la estética.

Adela vive en esta foto. Esa comisura de sus labios imperceptible me conmueve y el largo de su delicado cuello me convoca a escribir en una tarde nublada, cuando las nubes son como nevados móviles en las cumbres del cielo.






Sobre Manuel Álvarez Bravo.

agosto 03, 2006

Los hipsters y la rokola de la calle Aspergitas.

En la calle Aspergitas, existía el bar de los hipsters. Allí tuve buenos amigos. Había una rokola azul y roja que diariamente visitaba dejando mis propinas, mis sueños de chico epistolar. Escribía largas cartas a Mariella que vivía en Groelandia.

Rokola de mi adolescencia. Encima suyo el cuadro de Dalí, enamorado de Gala que yo admiraba mientras algún hipster sonriente venía a enseñarme una partitura suya. Jazz en la noches. Un viejo blues en la voz de Billy Holliday, jazz y lluvia de verano.

Desconocía el prix nocturno y las chicas soeces, como a aquella chica enamorada de sí misma, la de los paseos matutinos.
Mariella invadía las paredes del bar y se extendía a la calle, soberanamente.

En la rokola, echaba mis sueños con Proco Harum rompiendo la noche.

Extraño al hipster alucinado que cada noche moría un poco en su monólogo, evocando a los marines que mataron al padre de su amor, la vietnamita de las rosas amarillas, jardinera delicada.

Extraño a la rokola sonando en esas noches cuando el amor era inocente y el prix nocturno era un rumor desconocido, la síntesis de mis sueños, el sonido secreto de mis deseos.

agosto 02, 2006

Mi maquínica dice

Si contemplo tu cuerpo quiero abrazarlo y me sostengo un instante en el deseo contenido. Siempre me gustó que sonrieras y que tus senos abriguen mis manos.


Admirativa mi mirada por los cuerpos femeninos.


1.- Sin embargo me cansa la mujer esteorotipada que se autocomplace en su estado/objeto.
Inteligente porque se ha alimentado de lecturas y conocimientos. Ya no estamos en la época de
las mujeres dóciles o que fingen ser dóciles.

2.- Una precisión: es una exageración decir que hay mujeres detestables, en realidad así como me disgustaban, ya no existen para mí, tal como me sucede con los cretinos sean hombres o no lo sean. Andróginos o no, que eso no es lo fundamental, sino la calidad en sí del cretinismo.

3.- En realidad cada vez veo más mujeres interesantes.

Ella sentada frente a mí con su hermosas piernas cruzadas. La elogio. Solamente que hay algo que la diferencia de las mujeres corrientes. Su capacidad seductora es amplia, no se focaliza en mí sino en todo lo que es vida.

4.- Amo a las mujeres inteligentes y sensitivas, apartadas de los cálculos.

Si a alguien le molesta mi manera de amar a las mujeres, me es imposible persuadirle y no encuentro imperativos para hacerlo. Si alguien me acusa obnubilado(a) me es imposible lapidarme.

Estoy sereno.

agosto 01, 2006

Misóginos

En la historia, los ilustres misóginos fueron calificados como tales y es posible que muchos de ellos, simplemente no hayan resistido desarrollar algún acercamiento a mujeres vulgares.

La vulgaridad no tiene sexo, sin embargo a través de los siglos, las mujeres han estado expuestas a muchas debilidades por el relegamiento al que fueron forzadas. Aún así, siempre hallaron resquicios de libertad, inclusive entrando a los conventos, para alejarse a su vez de los matrimonios obligados y de las hipocresías de sus entornos.

Erasmo de Rotterdam, el teólogo y filósofo holandés, por ejemplo decía "La mujer es, reconozcámoslo, un animal inepto y estúpido aunque agradable y gracioso". Tal creencia la observo no necesariamente en los misóginos sino en la mayoría de hombres.

En mi género, se valora mucho la gracia femenina, que consiste en en que las mujeres estén siempre sonrientes y sean generalmente dóciles. Signo de inteligencia es que debatan con el varón , pero al final que cedan es muy bien visto, y sobretodo que sean atractivas. Atractivas según las reglas de la sociedad occidental, corresponde a hacer mohines encantadores, mostrar fotos con escotes pronunciados, cruzar las piernas provocativamente, sonreír, siempre sonreír. Encuentro a estas mujeres, detestables. Que anden por las calles semidesnudas como en Brasil, donde eso responde a una cuestión climática, no es lo detestable, porque al fin y al cabo estamos en el siglo XXI, sino la actitud que acompaña a ese ego vulgar.

Las feministas de las nuevas generaciones son mujeres por lo general, interesantes, cuando salen de sus discursos de género. Mi amiga Deriana me lo confirma, y suelo extrañarla, sobretodo su desenfado y la forma cómo anda al lado de su hombre. Él se asemeja a un gigante vikingo que diseña construcciones, toca la flauta y adora a Deriana, que escribe largas cartas en sus noches de menstruación mientras escucha música barroca.

Soy considerado misógino entre los que me conocen apenas. Los signos externos de mi fastidio cuando me presentan una mujer inteligente pero coqueta de la manera más torcida, me hacen ser maldeducado. Me envuelvo de intransigencia y abandono a la atractiva muchacha. Prefiero irme a caminar por las grandes avenidas de la ciudad, me entrego a mis elucubraciones. Vuelvo a casa en paz.



No me importa que los que no me conocen vean en mí a un misógino insoportable. Deriana y otras amigas saben que eso es falso. Mis amigos se ríen y en noches de vino, bromeamos, vemos videos donde aparece Lauren Bacall, Patti Smith y Björk. Esas mujeres son mis musas. ¿Quién dijo que soy misógino?



En la foto, Björk.