febrero 13, 2007

Ella

Cuando te conocí, no tenías rostro y yo inventé la expresión de tu cara. Un día de lluvia torrencial, atravesando baldosas en una ciudad milenaria, te vi por primera vez. Eras como te soñé, tenías los senos pequeños y hermosos, las manos huesudas, los ojos extraños. Tu pelo olía a heno y tu voz delineaba los objetos y los hechos como se pinta un cuadro. Tenías color en todo el cuerpo y la noche era tu marca distintiva, porque eras como la nocturna alevosía, el encanto sexual de todas las musas que imaginé.