Estuve contemplando una ronda de niños. Cada uno sonreía de manera distinta, pero en un golpe de vista se parecían mucho en sus gestos, risas y gritos.
Los sonidos de la calle me llamaron. Salí, pasé por mi escuela, escuché las infantiles carcajadas de los chiquillos. Recordé la que yo tenía cuando era niño, los ventanales medio abiertos, dejando pasar el viento helado del invierno, mis ilusiones, la desordenada imaginación.
Aquella pequeña castaña de ojos verdes que se subía a los árboles y leía Mafalda con entusiasmo, vino a mi mente como un recuerdo destellado. Llené de garabatos las blancas hojas. Iconoclasta, dije, y lo repetí. Subí las gradas de mi escuela, me quedé parado frente a la puerta principal. Alzé la mirada, iba a llover, me quedé allí esparando a la lluvia, pensé en ir a la estación central, pintarles alas a los pasajeros, a los que me gustaran. Si una chica tenía la actitud de una hada moderna, le ponía alas negras azuladas, si veía a un niño serio, le pintaba alas verdes. Un color para cada individuo, como alguna vez dijo, prix nocturno.
Iconoclasta, me repetí vocalizando como si nadie me escuchara. Di un salto y me fui hacia la estación, con el pelo mojado y sin paraguas.
Los sonidos de la calle me llamaron. Salí, pasé por mi escuela, escuché las infantiles carcajadas de los chiquillos. Recordé la que yo tenía cuando era niño, los ventanales medio abiertos, dejando pasar el viento helado del invierno, mis ilusiones, la desordenada imaginación.
Aquella pequeña castaña de ojos verdes que se subía a los árboles y leía Mafalda con entusiasmo, vino a mi mente como un recuerdo destellado. Llené de garabatos las blancas hojas. Iconoclasta, dije, y lo repetí. Subí las gradas de mi escuela, me quedé parado frente a la puerta principal. Alzé la mirada, iba a llover, me quedé allí esparando a la lluvia, pensé en ir a la estación central, pintarles alas a los pasajeros, a los que me gustaran. Si una chica tenía la actitud de una hada moderna, le ponía alas negras azuladas, si veía a un niño serio, le pintaba alas verdes. Un color para cada individuo, como alguna vez dijo, prix nocturno.
Iconoclasta, me repetí vocalizando como si nadie me escuchara. Di un salto y me fui hacia la estación, con el pelo mojado y sin paraguas.
9 comentarios:
Qué entrañables las rondas. A mí me gustaba la de matatirulá y la que hacíamos como preludio para decir al final, lobo está y correr como loquitos a escondernos. Y como en la foto que has puesto, cuando el sol nos daba en la cara, reir cuando las chicas bonitas se iban a echar bloqueador en la cara, ay mamita, sí.
Y yo flaquis, que me olvidaba del bloqueador, y los chicos esos que ya flirteaban con una, así toda flaquis. Si siempre hay gustos para todo, para gordis, flaquis, gruesos, normales, etc. Hacer carreras, escribir la composición para la virgen, oh, el 13 de mayo, y alucinar que Sor Petra volaba como Remedios, entre las sábanas y que no volvía más. Y jugar en la capilla, diciendo collages verbales en vez de las oraciones. Iconoclastas.
Quisiera ser por un momento chiquita y estar en una ronda, riéndome. Veloz correría a esconderme de Tzarel :)
Simplemente hermoso.
había olvidado lo que era una ronda. ¿dónde se esconden mis memorias?... gracias por hacerme recordar esas cosas tzarel.
Rain, virtualmente haremos una ronda. Te escribiré. Me perdí con liric-future, por lo que usaré el correo que recuperé.
Estoy con la idea en maceración mental :)
Yo iría raudo en el juego. Muy raudo.
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Enfantterrible, recibo tu elogio serio, inquieto.
Ja ja , lo recibo sin pensar que soy un escritor consumado, claro.
:) Un saludo tzariano.
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Carlox, traje mi infancia a mi ciudad :)
Saludos, estamos comunicados. Diviso tu espiral.
Vos sabés cómo enamorar.
Adoro este blog.
Plaké
:)
Tzarel, el origen de palabra iconoclasta, invita a escribir un post extraño de herejes más radicales que los mismos cátaros.
bueno, en verdad, yo fui un flaquito hiperactivo y demasido travieso q mas paraba castigado q jugando en los recreos.pero desde la ventana de mis masmorras, siempre miraba con ternura aquellos juegos colectivos q luego los transformaba en la ludica mania de reconocer a mis amiguitas/tos por el eco de sus voces o gritos en la distancia.
simpatico lugar...
Filmadora, sobre los cátaros se cuentan leyendas alucinantes. Eran tan extremos y agudos en sus gestos. Justamente sobre cátaros, me decido a meditar, ahora que mi hibernación terminó (una hibernación)
:)
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¿Castigado siempre?
felizmente no te volviste un perverso ¿O?
:) saludos tzarianos Iggix.
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