Cuando sea viejo no me habré hastiado de la vida, me dice en tono sarcástico Rogelio.
El macho cabrío de las historias de nuestra adolescencia. Siempre mirando el culo a las mujeres con su colección de películas porno y su diamantado cuaderno de apuntes orgiásticos.
- Fabuloso, le respondo.
- Pero te morirás al día siguiente que se duerman tus pelotas.
Rogelio me miró largamente y después su furia se contuvo en un insulto.
Al rato me desdije. Rogelio podría morir instantáneamente después que sus pelotas se arrugen agónicamente.
Mis hastíos son otros, querida, me dije pensando en ti. Te adoro hasta el desequilibrio.