Sin delicadeza pasé una cunícula al cerebro de la esclava de sus palabras.
Era yo un mercenario, sin embargo este trabajo lo hice con libre albedrío. Odiaba la estupidez. Simultáneamente me era imposible odiar a aquel especimen humano, y finalmente la compadecí como se compadece a un animal herido que antes se comió un halcón cachorro.
Dejé mis instrumentos cubiertos de sangre unos instantes, y luego de ver cómo la infeliz decía incoherencias, arrojé mi mandil al abismo y cargué a la muchacha con un asco contenido.
Ni Jack el destripador podría haber tenido más asco.
Nunca he estrangulado a nadie, solamente hice una lobotomía salvaje al borde del abismo. Aún viene a mi cerebro aquella tormenta naciente mientras la muchacha estornudaba.
El cielo se volvió negro como en el Apocalipsis imaginado. Yo estaba solo.
Era yo un mercenario, sin embargo este trabajo lo hice con libre albedrío. Odiaba la estupidez. Simultáneamente me era imposible odiar a aquel especimen humano, y finalmente la compadecí como se compadece a un animal herido que antes se comió un halcón cachorro.
Dejé mis instrumentos cubiertos de sangre unos instantes, y luego de ver cómo la infeliz decía incoherencias, arrojé mi mandil al abismo y cargué a la muchacha con un asco contenido.
Ni Jack el destripador podría haber tenido más asco.
Nunca he estrangulado a nadie, solamente hice una lobotomía salvaje al borde del abismo. Aún viene a mi cerebro aquella tormenta naciente mientras la muchacha estornudaba.
El cielo se volvió negro como en el Apocalipsis imaginado. Yo estaba solo.